Start, Restart, Undo

Sobre el recuerdo, el olvido y volver a tener un blog

Desde hace un tiempo me he obsesionado con el recuerdo. Mejor dicho, me he obsesionado con las construcciones de lo recordado. El entramado que hemos construido para organizar nuestros recuerdos ha sido el tema de mis divagaciones en las horas anónimas que el insomnio me ofrece.

Naturalmente, es la prosa la más básica de estas estructuras. Una hilera de palabras que, bien hilvanadas, puede repetir una historia o, al menos, una versión sesgada de dicha historia. Si a la hilera de palabras le agregamos imágenes, o por qué no, objetos reales o virtuales, entonces pasamos de una simple hilera a un sólido mapa de la memoria. Si contase ahora sobre la vez que visité la ciudad de Nápoles en 2018, podría comentar sobre la comida, sobre el vino de dos euros, sobre el sol pompeyano. Podría agregar una fotografía de mi esposa sentadaba sobre una leonina escultura en la Pizza del Plebiscito. Podría traer a colación también el dato de que la estación de metro llamada "Toledo" en el centro de Napoli fue galardonada con premios internacionales y esto lo entendí por haber visto asombrado la decoración de la estación mientras las escaleras eléctricas me elevaban desde el inframundo de vuelta a la civilización.

Tengo fotografía, tengo souvenires sólidos en una caja plástica, tengo un itinerario digitalizado en google maps que recuenta a qué hora estaba yo en qué calle o en qué local comercial. Todo esto se funde en una memoria rica y compleja que ha de permanecer conmigo hasta mi último aliento. Estos son los recuerdos que nos crean y nos nutren.

Quien se obsesiona con el recuerdo, a la vez se obsesiona con el olvido. Qué chucherías vi en la tienda de artículos usados que recorrí desde Toledo hasta el Museo Archeologico Nazionali de Napoli. ¿Recuerdo aún el mapa de las ruinas de Pompeya? ¿Cuál era el nombre del arrendador del airbnb? Cuál sabor de helado elegí en la Galeria Umberto. Los olvidos son más abundantes que los recuerdos. Son las fuerzas que moldean a aquellos. Son los arquitectos del entramado porque en su ausencia exponen, por contraste, la solidez de la memoria.

Muchas veces me gustaría olvidar. Olvidar voluntariamente, para olvidar pesadillas y ansiedades, para purgar tristezas y riñas. Siempre he escrito por eso, por una latente convicción de que al soltar hileras de palabras en un texto, las olvido de mi mente. El resto del mérito está en no releerse hasta que el tiempo acabe por erosionar la mente.

Espero dejar aquí olvidadas palabras e ideas, que resulten al menos interesantes.